jueves, 17 de diciembre de 2015

El Aburrimiento


Me encontraba en un hotel que quedaba justo al lado de la iglesia del pueblo, con vista a toda la plaza principal. Recuerdo como el calor se metía incluso en la brisa, abrí las ventanas y me senté a ver qué pasaba en la plaza con una cerveza y un cigarrillo entre los dedos. 

El sol del medio día caía furioso contra cualquier transeúnte, las seis palmeras en dos hileras servían como único refugio para los desamparados que no podían pagar una sombra, pobres diablos. Uno que otro turista terminaba revuelto con los locales al encontrarse derrotados por el sol en la mitad de una caminata.

Yo en ese pueblo no quería conocer nada, simplemente era una escala obligatoria en mi camino hacía otro lugar más interesante, y supongo que como la mayoría de esos turistas estaba atrapado ahí sin remedio hasta que saliera el bus de las seis de la mañana. 

Venía de caminar al rededor de dos días seguidos, cometí el error de esperar que alguien me llevara gratis ignorando que era domingo, tuve que caminar hasta llegar a un pueblo donde tomé un bus que me trajo acá, para por fin mañana tomar el bus de las seis y poder salir hacia mi destino fotográfico. 

Cuando llegué lo único que tenía en mente era poder conseguir un lugar con buen baño. El paradero del bus es sobre la plaza principal también, apenas me bajé entré al primer hotel que vi, lucía caro pero me lo merecía, traía incluso un desayuno gratis que no aprovecharía por mi hora de partida. El hotel se llenó rápidamente y a muchos de los turistas que venían en el bus les tocó conseguir hospedaje cerca a los cultivos de uvas, a las afueras del pueblo.

Aproveché todas las bondades que un baño puede brindar. Bajé a la tienda y compré un sixpack, agua y cigarrillos. Y luego me encontraba sentado con el mejor panorama que pude haber encontrado. Miré un rato, luego me puse a leer, me cansé de leer, las dos cervezas que quedaban ya estaban calientes y solo había como tres cigarrillos, estaba cansado de los audífonos, empaqué lo necesario y salí a la calle, en la recepción el reloj marcaba las 5:45pm cuando el sol está más amigable. 

Atravesé la Plaza para llegar un local donde comprar cerveza. Era un lugar agradable, tenían una vitrina en frente con todo tipo de productos comestibles, una nevera con cerveza de muchas marcas y otra con gaseosas, tenía música y sillas porque además era restaurante. Me senté afuera y pedí una cerveza de litro, desde dentro los parlantes escupían cumbias y músicas bailables. 

Después de unas cervezas el ambiente comenzó a tornarse realmente agradable. Al otro lado de mi mesa había llegado un grupo de turistas, no tenían mi mismo acento. En un principio todos se sentaron incómodos e indiferentes, comenzaron a tomar licor rápidamente hasta que tuvieron más confianza, empezaron a bailar unos con otros, siguieron bebiendo. Perdí el interés en ellos y seguí observando la plaza totalmente adornada por el alumbrado público, algo en ese lugar me inquietaba. Pensé en comer algo, o incluso pedirlo para llevar y comer en el cuarto, luego dormir y madrugar al bus de las seis. 

“¿Me puedo sentar?” escuché una vos femenina, cuando volteé a ver quién era ya estaba sentada en la silla del lado.
“Claro” dije mirándola, era como de 1,65, tenía el pelo castaño y corto, ojos claros, como tres lunares en el rostro.
“¿Puedo?” dijo agarrando la botella de cerveza, 
“Dale” le dije mientras ella se tomaba un sorbo largo. 
“¿Sos de acá?”
“No” respondí “supongo que tu tampoco”
“No” me dijo “¿Y siempre viajás solo?”
“Generalmente”
“Nosotros venimos desde Córdoba”

No tenía nada que responder, asentí con la cabeza e impuse el silencio ya que nos encontrábamos en mi mesa. A ella no le pareció importar y no dejaba de mirar hacía la plaza.

“¿Me compartes un cigarrillo?” 
“Claro, voy a pedir otra cerveza” le ofrecí un cigarrillo de la caja que estaba sobre la mesa. 
“Si querés la pagamos juntos”
“Bueno, ¿quieres un vaso?”
“Na tomo de la botella”

Levanté el brazo haciéndole una señal a un mesero que enseguida atendió nuestro requerimiento. Cuando dejó la botella ella le pidió limón. Me serví un poco en el vaso y brindamos con la mayor neutralidad.

“Yo en realidad había venido porque quería invitarte a bailar”
“Yo no bailo”
“Eso pensé, por eso es que vine”
“¿Para que te dijera que no?”
“Porque ya estoy cansada de estos con los que vengo, en cambio vos estabas ahí, sin querer nada con nadie”
“Que estaba ahí sentado solo no implica que no quisiera nada con nadie, si quieres ahora bailamos” la miré a los ojos, ella sonrió.

El mesero trajo el limón, ella tomó uno y lo chupó, con la otra mano me ofreció una tajada, la acepté y la metí dentro del vaso con cerveza. 

“Pon una canción y la bailamos”
“Pues bailemos está que está sonando y ya”
Mientras lo decía ya estaba de pie. Yo me levanté tan rápido como pude y entramos al local para escuchar mejor, estaba sonando cumbia. Al principio aparenté ser más torpe de lo que realmente soy y a ella pareció gustarle, se reía, después cuando la música pasó a Hector Lavoe tomé mucho más en serio la actividad y ella quedó agradablemente sorprendida. Me encantaba lo bien que se acomodaba su vestido a sus movimientos, su deliberadamente desordenado pelo. 
“Voy a salir a fumar” le grité al oído.
“Dale” me miró todo el rostro. 

Salí y ella se devolvió a su mesa, afuera el calor era tan solo un poco menos intenso, prendí un cigarrillo y me tomé el poco de cerveza fría que quedaba, pedí otra. No sabía qué pensar de mi suerte, no podía creer que una mujer así de sencilla estuviera de alguna manera encajando en el caos que yo cargaba por dentro. 

Hacía tan solo unos momentos yo solo quería comer y dormir antes de madrugar al bus. No me gusta que las cosas se adelanten, todo debe ir a su tiempo, y no podía creer que estuviera frente a mi  esa “buena cosa” que uno busca en un viaje, si siempre había pensado que eso pasaría en el lugar destino no en un punto del trayecto.

Pensé en terminarme la cerveza e irme al hotel no tenía nada que estar haciendo ahí.

“¡No volviste!” escuché su voz, volteé
“Es que allá está haciendo mucho calor” dije
“Tenés razón”
“Igual yo creo que ya me voy, tengo el bus de las 6 de la mañana”
“Bah, si yo también viajo en el de esa hora, vamos y nos fumamos un cigarrillo ahí en la plaza”
“Dale”

Caminamos por entre las sombras que proyectaban las palmeras, su vestido negro con flores se mecía y la tierra con arena rozaba sus dedos que se asomaban de entre sus sandalias. Paramos y nos sentamos en un pequeño muro que a su vez hacía de matera para la enorme palmera sobre nosotros, ésta a su vez proyectaba su sombra sobre la Iglesia. 

Le ofrecí un cigarrillo y yo tomé otro, realmente no tenía ganas de fumar solo de sostenerlo ahí en la boca, ella lo prendió y me puso el fuego enfrente. Con la primera calada me mareé un poco, veía más grande la iglesia de lo que realmente era, el maldito tiempo corría como en cámara lenta.

“Hubiéramos traído una cerveza” me dijo

Yo asentí con la cabeza. Seguimos fumando. Cuando me faltaba como un cuarto de cigarrillo no pude más y lo apagué. 
Ella de inmediato se paró de la banca y procedió a despedirse. 
“Bueno, ya te traje hasta la puerta sano y salvo”
No supe cómo sentirme con el comentario, no pude descifrar su tono.

“Arriba tengo dos cervezas” dije
“¿De veras?”
“Lo único es que deben estar calientes”
“Con esta sed cualquier cosa”

La tomé de la mano y nos escabullimos, en la recepción no había nadie, eran las 2:49. Una vez frente a la puerta solté sus dedos, ya estábamos a salvo. Entramos, mientras ella se acomodaba en la cama yo abría las cortinas y las ventanas, el panorama era exquisito. Tomé las dos latas y le ofrecí una, me senté a su lado. 

“No, vení, dame la tuya”
Se la di.
“Las ponemos un rato debajo de la canilla y así no quedan tan calientes”

Entró al baño y cerró la puerta detrás, usó el inodoro, luego dejó el agua corriendo y salió de nuevo. 

“Es lo malo de la cerveza” me dijo
“Yo también voy”

Nos cruzamos y yo hice lo necesario ahí adentro. Salí de nuevo, se escuchaba algo de música a lo lejos pero el sonido más claro era el correr del agua sobre las cervezas. Ella se encontraba parada fumando junto a la ventana, mirando hacia la Plaza, su rostro era mitad sombra y mitad tungsteno. 

“¿Te puedo sacar una foto?” dije nervioso
Ella sonrió y pareció por fin sonrojarse un poco.
“¿Eres fotógrafo?”
“Pues saco fotos pero no sé si lo soy”
“Bueno, dale”
Saqué de bajo la cama mi maleta con la cámara. Hace mucho tiempo no estaba tan emocionado por sacar una foto. Pensé que cuando la revelara la vería también a blanco y negro, o con esos tonos cálidos de luz que dibujaban su rostro. La tomé en primer plano con luces redondas de fondo y la tomé en una panorámica donde la oscuridad la envolvía, y ella parecía ser la luz al final del túnel. Me acerqué junto a ella a recibir el poco aire que entraba por la ventana. Me compartió cigarrillo y tomo la cámara.
“Mostráme”

Le recibí el cigarrillo y le terminé de entregar la cámara. Miró las imágenes una por una con detenimiento, así lucieran parecidas.
“Qué lindas” me dijo devolviéndome la cámara “me las tenés que pasar”
“Claro” respondí 
“A todas estas, ¿cómo me dijiste que te llamabas?”
“David, ¿y tu?” 
“Angélica” 

Tuve que botar el humo con rapidez cuando noté que se estaba acercando. Nos besamos, irrumpimos el silencio de la noche cuando mi lengua rozó sus mejillas y metí mis dedos en su pelo, ella paró y me miró a los ojos.
“¿Cómo sabías? ¿cómo sabías?” me dijo eufórica.
Yo solo la miraba y no entendía lo que decía, no tenía palabras, solo me acercaba y la besaba otro poco, ella me miraba directo a los ojos y sostenía mis mejillas en la palma de su mano, acariciaba mis pómulos con sus pulgares.
“¿De dónde saliste?” me decía
Yo seguía mirándola nulo. Soltó mi rostro y sonrío un poco.
“A veces es difícil creerse las cosas” me dijo yéndose.
Yo la miré sorprendido.

Entró al baño y volteé tranquilo de nuevo hacia la plaza. La madrugada iba venciendo al calor y cada vez el aire era más fresco como traído desde el rincón más recóndito de este desierto. 

Un par de almas aún vagaban embriagadas por el licor y la brisa, seguí fumando tranquilo, ya no sabía cual sería mi destino, si perdíamos el bus de las seis ya no era problema mío. Sentí una lata húmeda en mi cuello.
“Creo que de algo sirvió” me dijo dándomela, ella destapó la suya,  la mía ya estaba abierta.
“Salud” me dijo
Antes que hubiéramos brindado ya estaba encima mío dándome otro suave beso, de cualquier manera chocamos las latas y bebimos la cerveza sabiendo que no teníamos nada que decir. 

Con la mañana los párpados se hicieron más pesados, el sonido de los pájaros acompañaba la luz día y me mecía de repente en la mayor paz y desapego. Sentí que fue sólo un parpadeo, abrí los ojos y tenía la garganta tan seca como este desierto, estaba solo, casi desnudo, miré aterrado para todos lados, ¿dónde está Angélica? ¿estará trayendo más cerveza? Necesitaba algo de tomar, la botella de agua no estaba. 
Tomé agua directo de la canilla, por la luz del día sabía que las 6 de la mañana estaban lejos. Busqué la maleta bajo la cama, la cámara no estaba, recordé que la había sacado, me dirigí a la ventana, busqué encima de los muebles, en la silla, cuando me agaché a mirar debajo de la cama sentí que mi cabeza iba estallar.

Busqué en el fondo de la maleta y el dinero se había ido con ella, al menos dejó la tarjeta. Suspendí de inmediato la intensa búsqueda, quedaban dos cigarrillos, prendí uno y me senté en la cama. Sonó un estruendo en la puerta, debía ser ella. Abrí.

“¿Se va a quedar hoy también? sino tiene que salir antes de las 12” me dijo el hijo del tipo de la recepción. 
“Creo que no tengo ni para pagar esta noche que estuve”
“Esa noche ya la pagó la señorita, pero si va a seguir durmiendo con ella le cobramos el doble por la habitación” 
“Ahora le digo” dije cerrando la puerta. 

Recogí la ropa del piso y la metí en la maleta, la dejé lista sobre la cama, me vestí y salí sin tener tiempo siquiera de una ducha, me puse el último cigarrillo entre los labios sin prenderlo, tomé la tarjeta del banco y salí a la recepción. 
“¿Al fin se va a quedar o no?” dijo con un tono chillón
“Necesito buscar un cajero” le dije
“El único que hay es subiendo por la esquina de la Iglesia tres cuadras”
“Ahora vengo”

De alguna manera logré recorrer las tres cuadras largas por entre ese tierrero, el aire de nuevo era pesado y el calor era espeso. Cuando lo encontré, felizmente introduje la tarjeta secándome el sudor del rostro. 

NO SE PUEDE RECONOCER LA ENTIDAD FINANCIERA

Lo intenté por varias veces sin tener éxito. Me di vuelta para ir a rescatar mi maleta. Atrás mío había una mujer adulta, era muy grande y voluptuosa, su sombrero llenaba perfectamente de sombra todo su rostro.
“Esa tarjeta acá no le sirve” me dijo
“¿No hay otro cajero?”
“No, para sacar de esa se puede pero en el siguiente pueblo, allá como es más turístico hay cajeros para ambas tarjetas”
“¿Y no hay algún lugar donde se pueda pagar con esta?”
“¿Pagar qué?”
“Un hotel, una comida”
“¿Y es que no tiene suelto?”
“No, me lo gasté todo”
“Mi esposo es uno de los conductores que maneja el bus de las seis de la mañana, si quiere le puedo decir que lo lleve y usted le paga allá cuando saque dinero del otro cajero”
“Se lo agradecería”
“¿Y al menos tiene dónde pasar la noche?”
“Sí, no se preocupe, al menos ya había pagado el hospedaje”
“Él se llama Roberto, usted esté ahí en la plaza a las seis, y le dice que es el recomendado mío, mi nombre es Rosalba, y él seguro le hace el favor”
“Muchas gracias”
“No, de nada” me dijo volteándose hacia el cajero. 

Rápidamente volví al hotel, el reloj de la recepción daba las 12:10.
“Ya me voy” le dije al niño mientras iba al cuarto sin dejarlo responder. Volví con mi maleta.
“Oiga espere” me dijo cuando pasaba por la recepción de nuevo, volteé a mirarlo, “si quiere puede llevarse el desayuno ya que no lo tomó en la mañana” 
“Bueno” le dije mirándolo, me alcanzó un jugo de caja y un sandwich cuadrado dentro de una bolsa. Salí a la Plaza, a pesar de que las materas-sillas de las palmeras parecían llenas, un hombre me abrió campo y me cedió una pequeña esquina donde pude también refugiarme del sol. 

No quería ni siquiera leer, con el pasar de las horas las materas se fueron despejando, incluso yo tomé rumbo, me dirigí caminando a los cultivos de uvas, puse la maleta en una sombra como almohada y me comí el desayuno cortesía de Angélica. Ya entrada la noche volví a la plaza compartí el cigarrillo con alguno, pagando de alguna manera un poco de compañía. De a poco ya amanecía, mis párpados de nuevo caían, escuché una vos femenina.
“¡David!” entre sueños oía, “David, David”

Sacudí mi cabeza y me incorporé rápidamente, Rosalba estaba en frente mío.
“Vine para asegurarme que cogiera el bus”
La miré desconcertado.
“Tome, acá le traje para que al menos coma algo mientras llega allá”
Me dio una bolsa de papel perfectamente empacada, la tomé sin romper su equilibrio interior.
“Muchas gracias” le dije
“Vaya súbase que yo ya hablé con Roberto”

Un hombre a lo lejos hizo una seña, juntos nos dirigimos hacia él, El hombre corpulento me hizo subir al bus, se quedó abajo hablando con Rosalba. Al lado del timón, encima del radio, había una bolsa idéntica a la mía. Destapé el humeante tesoro, era un vaso de plástico con café, una mazorca y un queso, a pesar que la temperatura empezaba a aumentar una bebida caliente era lo indicado para el momento.